¿Qué acababa de suceder? ¿Yo, Luna Charlotte Youngblood, acabo de defender a uno de los seres más despreciable de nuestra historia europea? Y… ¿Por qué Lorcan había mencionado el verbo en presente es, y no en pasado era?

Por Dios, ahora voy a intentar encontrar todas las faltas cometidas en su vocabulario. Es obvio que su desacuerdo le impido expresarse de la forma deseada. Esta era la primera persona muggle con quien hablaba desde hacía mucho tiempo. Debería empezar a acostumbrarme a mantenerme sola de por vida.

Lorcan había regresado y traía consigo un suministro entero de panecillos y té sobre una bandeja.

-Lo que has dicho antes, es solo una reacción a tu pobre provecho desde que saliste de Termonfeckin. Un té siempre aclara tu mente, anda bebe.

Protegí la tacita de porcelana dentro de mis manos. Ginnevra de quien el bello y celestino rostro había olvidado por un instante, entro después de su ausencia al compartimiento, ocasionando mi sorpresa y con esta que la tacita temblase dentro de mis pálidas manos.

-Lamento haberte asustado, ¿tan escalofriante luzco?

Negué en el acto, sacudiendo mi cabeza de un lado a otro.

Lorcan sonrió como solía hacerlo y agregó:

-Ginny siempre ha creído que su exótica belleza, más que un beneficio es una maldición. ¿Puedes creerlo?

Ginny tomó una de las tacitas y la llevo directo a sus labios delicadamente carnosos ahora color sangre. Sonrió tímidamente y sus mejillas dejaron entrever una vaga huella de rubor.

-Mi madre ni siquiera era pelirroja, ¿entiendes a lo que me refiero? No encuentro razones por las que lo soy. ¿Son tus padres ambos pelirrojos?

Sus reacciones curiosas hacían que se rompiese el hielo entre ambas, incluso llegue a sentirme entre verdaderos amigos.

-Mi madre es tan pelirroja como yo y mi padre…es más bien rubio. Su cabello es ahora grisáceo por tantos problemas que le ha ocasionado el trabajo.

-¿Qué clase de empleo posee el señor Youngblood?- preguntó Lorcan sin dejar de rozar con la yema de su pulgar derecho, los nudillos de su mano izquierda.

-En Londres…es profesor.

-¿En qué escuela trabaja?-pregunto Ginnevra tan erguida como su figura le permitía-: quizá conozcamos el nombre.

-En realidad no creo que la conozcan porque…-solo di lo primero que relampaguee en tu mente-: no trabaja propiamente en una escuela sino…en casas, educa en casa- tome otro panecillo y me percate de mi poca educación al no ofrecerles-: ¿No comerán? Les aseguro que son los mejores panecillos que he comido en mi vida.

-Ya comimos.

-No tenemos hambre, gracias.

De nuevo habían contestado al instante.

-Discúlpanos Charlotte, pero desayunamos todo un banquete- rió. Esta vez su risa sonó como un melodioso susurro que danzó dentro de mis oídos-. Ruth suele prepararnos comida suficiente para toda una nación.