20/10/23

 Estoy en la oficina.

Es un cuarto con paredes blancas. El escritorio blanco que no es mío. Un mini bar que usamos para guardar libros.

El cuarto está en la casa donde vivo.

Desde aquí veo la puerta del baño. Se asoma un lavamanos azul, un espejo cuadrado sin marco y el mosaico de la pared.

Tengo que entregar una tarea nueva hoy. Unas etiquetas de un producto cosmetico. Tengo mucho sin trabajar en etiquetas. Tengo que revisar todos los referentes que envió el cliente. Tengo que apresurarme.

Tengo un cronometro personal incorporado en la mente. Se detiene para procrastinar viendo videos.

Escucho la voz de alguien en la escalera. Habla con el vigilante. Reconozco la voz. 

Mi cuerpo se tensa.

Estoy haciendo las paces con no estar bien en encuentros sociales frecuentes. 

Siento una presión en la espalda. Me cuesta moverme. Siento que la respiración no trabaja igual. Que tengo que asegurarme de inhalar para seguir respirando. Siento algo en los ojos que no se describir. Algo fuerte en la cara. Siento que mi cuerpo se transforma en una escultura que no va a moverse.

Y solo pienso: ¿por qué? ¿por qué la visita sin avisar? 

Cada vez estoy más cerca de convertirme en mi papá. 

No han tocado la puerta.

Puedo ir al baño con confianza y verme en el espejo. Para reconocerme y recordarme que existo. 

Que vivo.

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