15/12/09

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-¿Encontraste alguno vacio?- inquirí después de las cautelosas investigaciones de Ginny, en los posibles vagones vacios.

-No, todos ocupados-envió una mirada hacia la puertecilla que impedía nuestro acceso hasta el interior de la pequeña habitación y entendí su punto.

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-Buen día.

Observe sus finos rasgos y para no continuar espiando detrás de mis mechones, volví a mi lectura. Su edad, probablemente será muy corta y su sabiduría demasiado adelantada para esta. Hace tanto que se ha preguntado por infinidades de cosas y ha tenido que encontrar las respuestas por sí mismo.

Luce cansado...Quizá su destino no sea exactamente Londres. Tal vez solo sea un paso para llegar a donde encontrara eso que tanto busca.

-¿Y bien?

Alguien más había entrado en el vagón. Su tez era seductoramente pálida y sin imperfecciones. Erguida de la manera como se encontraba, podría haberse confundido con cualquier famosa escultura de nuestro museo. Su cabello vino-sangre caía lisamente de un solo lado de sí misma y producía el misterioso aspecto que emanaba.

Ambos formaban una hermosa pareja... Decidí finalmente continuar con la misma página con la que luchaba por terminar, con el objetivo de camuflar mis desgracias sociales.

-El resto de vagones están cómodamente ocupados- más que otro comentario, parecía una disculpa a su compañero por tener que establecerse en el menos interesante de todos.

Sus voces eran encantadoras y aun más seductoras que sus propios aspectos. El acento con el que se expresaban me era desconocido, pero tan deliciosamente grato de escuchar.

Definitivamente debían ser personas imponentes en su círculo social. El chico sonrió y dejó a un lado el semblante coloreado por suma preocupación. Tal sonrisa revelo a un muchacho un par de años más joven de lo que imaginaba.

-¿Qué?-susurró la señorita acomodando su cabello y sonriendo al muchacho. Igualmente revelo sus verdaderos años.

-Nada.

Afortunadamente pasé a la siguiente página, pero desafortunadamente, la lectura no me distraía de estas personas. Más bien, era lo contrario. Preferiría escuchar la historia de sus vidas, en lugar de leer los pesares de Jonathan Harker en el castillo del Conde.

En este instante, no me importaba en absoluto nada además de las fijas y penetrantes miradas de la pareja. Me encontraba perdidamente hipnotizada bajo sus encantos...No me cansaba de repetirlo dentro de mi mente.

-¿Dracula?- cuestiono la chica elevando su mirada hacia el libro que sostenían mis huesudos dedos-. ¿La obra de Abraham Stoker?

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