No sabía cómo formular y unir las palabras para cuestionar la gran duda:
-¿Estará bien?
-Los paramédicos dijeron que esperásemos- desvió su mirada a la avenida donde por un segundo creí que transitaría cualquier ser humano excepto mi abuela, dentro de una ambulancia-, aunque nunca sabremos si ella estará bien si nos quedamos aquí.
-Buscare tu abrigo- corrí con las fuerzas que creí no poder contar jamás hacia el interior de la casa y busque los primeros abrigos que encontré colgando del perchero.
Samuel conducía el auto hasta el pavimento de la calle torpemente. Entré dentro de este y note como las manos de mi hermano resbalaban sobre el volante.
Ninguno de los dos quería escuchar las dos palabras que ya habíamos escuchado una vez, hacía mucho tiempo. No estábamos listos para otra partida… ¿Qué habíamos hecho mal, de todas formas? ¿Por qué la vida viene siendo tan injusta últimamente?
-No va a morirse, ¿me escuchas?- Samuel no podía soportar más lagrimas dentro de sus ojos…ni yo tampoco-. Te lo prometo.
Asentí aunque mis esperanzas habían decidido reusarse a continuar trabajando.
Afortunadamente el tráfico era nulo por nuestras avenidas lo que ayudó a que la edificación de ladrillos aguardara a un par de pasos. Samuel apagó el motor y en el acto ambos descendimos del auto en una carrera veloz hacía la sala de urgencias.
Me aferraba de la mano de Samuel tanto como este me lo permitía; este último solía sudar cuando los nervios hacían de las suyas.
-Discúlpeme- frenó sin habérmelo esperado justo al frente de la ventanilla de lo que consideraba una recepción.
Las personas que se encontraban dentro de esta serán divididas en tres grupos desde las perspectivas en que imagino están enfrascados hoy en su día. El primer grupo encierra a la dama de cabello rojizo y el hombre con corbatín gracioso que buscan desesperadamente historias clínicas en uno de los tantos archivadores. El segundo grupo encierra a la chica rubia y regordeta que comparte una amena conversación acompañada de un barato café de la cafetería del hospital, con dos de las enfermeras que presentan características vampíricas.
El tercer grupo se compone del muchacho encargado de atender la recepción cuyo cabello no podría soportar más vaselina de los sesentas, quien durante todo el día atenderá el teléfono rojo que sobresale en el blanco de la pequeña habitación y los otros muchos que atienden llamadas ya sea desde celulares último modelo y los recientes (aún con olor a nuevo) teléfonos que el gobierno ha suministrado a las entidades públicas.
-¡Discúlpeme!- Samuel exclamó. Su voz resonó en todos los pasillos como un desesperado eco.
Una de las enfermeras con aspecto vampírico (tez extremadamente pálida, ojos sin ningún color en especial y bajo estos, la prueba de no haber dormido durante días…ojeras) se aproximó hasta nosotros.
-¿Qué necesitan?-inquirió dejando entrever lo que creí serían unos largos y puntiagudos colmillos. Sostuvo mi chismosa mirada con la más irritada y enfadada que pude algún día percibir dibujada sobre el rostro de una chica… ¿Síntomas premenstruales?
-La señora Anne Gibson- la chica no era la única enfadada, mi hermano lanzaba humo por la boca, sin embargo recordé el motivo por el que nos encontrábamos de pie en el punto central del hospital: nuestra abuela.
-¿Perdón?
-La anciana que entró aquí supongo con un número alto de paramédicos.
Jimeee!! ^^ no sabes lo contenta que me puse cuando recibí tu comentario en Elissabetha :DD, la verdad es que yo adoraba "An Old Journal", y me preocupé bastante cuando dejaste de escribir, es decir ¡Medio año sin noticias tuyas!, pero me alegro que estes bien y que hayas hecho de nuevo la historia de mi queridísima Chuck, en serio ¡Adoro tu estilo! :DD
ResponderEliminarAtt.: Allie