23/12/11


Esta galletita de soda y el vaso de Coca~Cola van por ti abuelita. Me agota la búsqueda de la perfección y satisfacción personal. Tú me querías así como era. Te dedicabas a que comiera lo que a mi me gustaba y jamás te lo agradecí con un abrazo o con un beso. Porque cuando concluían esas tardes de juego en casa de Camila, me esperabas en el garaje, para pretender que tomara una siesta o merendara algo. Insisto, nunca te agradecí. Será quizá porque me resultaba curiosa la forma en que cada vez que llegaba a tu casa exclamabas un "Chocha" que en ese momento no entendía con claridad. Ahora comprendo que era tu afectiva manera de referirte a mí como "Pechocha" del termino "Preciosa". Lo era para ti, ¿no?

Recuerdo las papitas que asegurabas sobre esa elevada cima del refrigerador, y que destinabas diariamente para que entretuviera mi apetito con algo más infantil que tus cenas sobre-preparadas con amor. Recuerdo los viernes de mercado. El taxi hasta el ahora Éxito de San Diego. Tus vestidos y las siempre presentes polleritas. Tu dormitorio con olor a polvo. El baño de iluminación cálida. Las paredes con baldosas de color verde. El angelito que me hacías creer era Daniel. Los quince años que tenías. La camioneta que te regaló alguna vez Miguel Felipe. Tu cabello azabache y lacio que siempre envidie. Ayúdame abuelita. Regáñame y aconséjame que no me estoy comportando con cordura. Abuelita pero es que la perdí hace tanto. Te amo, Lilo.

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