13/12/11

Insignia.




Los días de lluvia son mis favoritos. Producen una constante sinfonía que desplazan los incómodos silencios e incrementan una intensidad involuntaria en los latidos de mi corazón.

Desperté y admiré por un instante el resplandor que se reproducía genuinamente sobre los cristales que pendían con arrogancia de la lámpara ajustada desde el techo con tornillos oxidados y presumiendo un diseño tan arácnido como sombrío.

El resultado de la producción visual era una magnífica presentación de tonalidades, formas y colores que perjudicaron la extensión de mi sueño.

Distingo además una esencia a cigarros con naturalidad que alegaría, dificulta mi paz.

A mi lado, sobre una recursiva mesa de noche, reposaba sellado bajo una insignia que antes había estudiado minuciosamente en el tren, sobre el equipaje de mis compañeros de travesía, un sobre que además perdía atención absoluta, producto de su ubicación junto a una lámpara de aceite desgastada y un consumido brebaje depositado en el interior de una taza de porcelana inglesa.

¿Dónde había abandonado los anteojos? Descuidadamente aguardaban sobre una almohada adyacente, cumplir con sus funcionalidades diarias.

“Estimada Charlotte-rezaba con cordialidad la introducción del texto-: reciba una grata bienvenida y una amena estadía durante estas siguientes semanas en el domicilio Tepes-Evans.

Encontrará sobre el gabinete próximo al ventanal un documento en el que adjuntamos su horario de operaciones matutinas y vespertinas, que adoptará mientras comparta su productivo servicio con nosotros. Archivamos además, un plano arquitectónico completo de la infraestructura y un par de excelentes referencias del inmueble y de los establecimientos cercanos al mismo. Conserve adicionalmente la siguiente tarjeta que se desprenderá a continuación por su propia seguridad. Entenderá como utilizarla.

Cordialmente,

Lorcan Evans, propietario suplente de la biblioteca pública de Cotswolds."

¿Servicios? El asunto no era en lo absoluto claro. Analice el horario mencionado y descubrí que curiosamente había conseguido un empleo sin proponérmelo. Me preguntaba como debía proceder e intuí que lo más conveniente sería tomar un baño para iniciar adecuadamente las futuras actividades.

En mi cabeza figuraban proyectos sin concluir, estudios que atender y respuestas que proporcionar a mis padres. No era lo suficientemente ingeniosa para planificar una fuga, así que resolví satisfacer a los individuos superiores de mi independencia como podía.

-Buen día-primera actividad en la lista: asistir al comedor junto a otros cuantos internos. ¿Internos? ¿De qué se trata toda esta serie de asuntos? En su mayoría eran mujeres. Compartiría funciones con siete mujeres jóvenes y hermosas (sería injusto no precisar) y un joven de aproximadamente dieciocho años, tan encantador como sus colegas. Lucían cansados y señalaría que enfermos de infecciones sanguíneas. Su tez exponía un cuadro clínico extremadamente pálido e insípido.

-Youngblood-afirmó una mujer situada junto a la cabeza de la mesa. Sostenía un platillo alimenticio constituido específicamente por una manzana, huevos revueltos y un pastelillo de dudoso consumo previo-, este será su lugar desde ahora-, indicó un asiento junto a su establecida posición-, se desayuna a las 7:30 y buscamos custodiar la puntualidad de nuestras labores. Al finalizar se consumen estas píldoras en el orden establecido.

Eran tres capsulas farmacéuticas que jamás había visto en mi vida y por consiguiente no ingeriría hasta saber que respaldaban o preservaban:

-¿Cuál es su finalidad?

-No es mi responsabilidad ilustrarlos en la gama de inquietudes que conserva el castillo. Yo me ocupo de su alimentación, señorita Youngblood-refutó fríamente dirigiendo sus pasos a una cocina amplia y más similar a un centro hospitalario de medicina legal, que a un deposito de preparación de alimentos.

-Te mantienen con vitalidad y existencia- Lorcan se detenía cortésmente detrás de mi posición asignada buscando retirar la cercanía del asiento con la mesa, para permitir mi cómodo ingreso sobre la silla-, algo que necesitaras constantemente mientras continúes aquí.

Sonreía.

-Buen día, señoritas-añadió adoptando una serie de modales encantadores que fascinarían o despertarían hasta el interés de un cadáver-, y Bill, por supuesto. Es para mi un verdadero privilegio presentarles a Charlotte Youngblood, quien además de la conocida y delicada responsabilidad, se ocupará de la organización de la biblioteca pública, suplantando las actividades de nuestra considerada y fallecida Sarah.

Escuchaba con atención intentado justificar el enigma propinado valiéndome de argumentos confiables para sustentar un posterior juicio seguro y objetivo.

-Esperare en el vestíbulo para enseñarte el camino que te conducirá a la biblioteca.

Asentí, observando como regresaba sigilosamente sin ser perturbado por fuerzas externas hacia su destino.

-Escucha Charlotte-aclaró una joven rubia de mirada vacía, de pómulos y venas pronunciadas y de ojos amarillos-, llevo años aquí. Trabajo para los Evans desde que recuerdo. Si quieres permanecer con vida, acostúmbrate a las comodidades de Lorcan y satisfácelo como guste. El corresponde ahora a ser la figura absoluta a la que debes servir…Es tu amo.

En sus brazos sobresalían cortadas y heridas aterradoras que impresionaron mi estabilidad fugaz.


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