-Cuando se ajustan estos candelabros sobre las columnas-refería con claridad y atento a sus compromisos, entregando simultáneamente instrucciones al jefe de actividades, un Lorcan, situado allí con una compostura envidiada por herederos a reinos ilustres-, ¡Oh! Has desayunado ya, Chuck. Esplendido-apenas y había consumido la mitad de lo que reposaba sin mucha estética sobre el plato con decorados ostentosos-, ¿Consumiste el medicamento?
El caballero de tez pálida, factor característico y dominante en la vivienda se marchó prudentemente registrando un par de datos en su libreta, con una pluma similar a la que debía conseguir para reproducir sobre mis pergaminos garabatos.
-Por cierto, seré más cortés la próxima vez. El es Timothy, más conocido como Tim claro, fuera de la atmosfera de responsabilidades y profesionalismos. No participó de la maravillosa operación de captura-rió-, del tren, pero si de la administración de este lugar.
-¿…Que se dedica a qué exactamente?-cuestioné ágilmente garantizando mi propia protección en un vestíbulo solitario y silencioso de ecos profundos.
-Contamos con dos responsabilidades públicas aquí: La administración de la biblioteca-explicaba mientras extraía de un gabinete una serie de portafolios en los que escudriñaría un elemento valioso-, y además nos encargamos del control de servicios funerarios. Ocupándonos de todo el procedimiento que esto consta, papeleo que certifican los arreglos con el cementerio, la redacción de obituarios, de la que yo personalmente me encargó, el previo embalsamamiento, preservando la calidad del cadáver, cremaciones, y la tradicional ceremonia funeral. Asuntos oscuros y directos, un poco amargos para mi gusto pero respaldan nuestra estadía aquí-finalmente había resultado de su frenética búsqueda, la conservación de una tarjeta de presentación que exhibía mi nombre grabado bajo tipografía clara y brillante. “Charlotte Youngblood” releí.
Caminamos en dirección a la entrada principal aferrando nuestros organismos a una idealización de calor corporal absolutamente intangible necesaria para sostenernos firmes y seguros contra las ráfagas violentas de aire, que buscaban frecuentes luchas.
-Es producto del otoño- mencionó más para si que como una observación dirigida al flujo de la conversación-, así que Chuck, ¿consumiste tu medicina?
-¿Es voluntariamente necesario?
-¿Qué mensaje preferirías que destináramos a tus padres? ¿Un…”falleció ajena al dolor”? O gustarías mejor una nota suicida. Soy experto en su orden narrativo-sonrió con ironía.
-¡¿Es que estoy sujeta a morir?! O debemos fingir que lo estoy-exclamé aterrorizada deteniendo el ritmo de mis pasos.
-Es lógico. Si involucramos tu salud es porque esta actividad es seria. Propone compromiso y disposición permanente de tu parte. No buscamos tu autorización, pero tampoco pretendemos consumir tu existencia. Las repercusiones comprenden asuntos que no deberíamos resolver porque en nuestros convenios una de las partes concluye normalmente lastimada.
-Pero…-distinguí nerviosa-, podríamos figurar una excusa más delicada y sutil en lugar de tan drástico anuncio. Mi padre tiende a protagonizar episodios epilépticos y no me gustaría responsabilizarme o incentivar la más mínima irregularidad en mi hogar.
-Podría personalmente encargarme de ellos si gustas así-sonrió jovialmente desplazando su expresión vacía por una genuinamente fraternal-; con frecuencia debo auxiliar a mi hermana Emma en Termonfeckin.
-¿Por qué pueblos o villas minúsculas? No suena muy brillante dado que la gente suele reconocerse con más facilidad-casi tropezaba con un sendero limitado por piedras ordinarias-, ¿no se interpone ese detalle en sus objetivos?
-Precisamente disponemos de mayor control sobre las personas en territorios donde podemos cruzar palabras con todos y cada uno. Sabemos como proceder y defendernos. De cualquier manera, la sociedad nos aprecia por nuestros cometidos.
-Buen día, señor Evans. ¿Requiere de la disposición de alguno de nuestros conductores para su movilización por la plaza?-indagó con sumisión un empleado domestico responsable a juzgar por los restos de pasto en su uniforme, de la jardinería de la zona. Los setos eran tan aterradores y terroríficamente sombríos que resolví creer que el chico no era un experto en su función y que probablemente tratábamos con un interno más.
-Agradezco su atención, Detlev. Preferiría enseñarle el camino a Chuck de esta manera. Casi lo olvido, ella es Chuck. Chuck permíteme presentarte a Detlev- Lorcan incentivó lo justo para sugerir una amena presentación entre ambos.
-Es un placer, señorita.
-Es mi fracción de sangre-sonrió rodeando mis hombros con una de sus extremidades-, y se encargará de la organización de la biblioteca. ¿Te importaría compartir el comunicado con el resto del personal? Resumiríamos aspectos triviales de presentación.
-Descuide, señor Evans. Les informare a los otros dependientes el orden de las cosas. Será sencillo distinguirla-bromeó señalando la tonalidad de mi cabello.
-Es irlandesa-compartían el sentido del humor.
-Es muy bonita-precisó finalmente guiñando un ojo con cierta picardía que advertí inmediatamente.
-Es joven y fuente de vida-añadió Lorcan.
-Y continuo aquí-murmure incómoda.
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