
Entendía que eran diferentes. Lo había descifrado así desde que era una niña de mente sensata. El mundo constituía unza infinita red de diversidad en la que cada ligamento del tejido absoluto, refugiaba una especie en particular. “En el planeta coexisten-así iniciaba la narración de mi padre a la luz de una lámpara de aceite cuando acostumbrábamos a acampar-, individuos mortales e inmortales, respetando sus virtudes, semejanzas y desigualdades. Los inmortales de tez pálida se caracterizan por burlar a la muerte y apostar con ella simultáneamente, el grado de supremacía por el que compiten para dominar la existencia al otro lado del arco de plata. Las almas al fallecer, atraviesan este arco entregándose a merced de los espíritus con facultades positivas, o a las intenciones de soldados oscuros que custodian el orden hasta escoltarlos al infierno.
Existen hijos de la oscuridad y de los bosques, eternamente humillados por razas que se califican como superiores a ellos. El asunto es que todos somos iguales y al mismo tiempo tan distintos unos de otros en señales tan superficiales que sería más prudente ignorar. Así, los seres no contarían con justificaciones en sus interiores para encubrir el rencor. Fascinantes son ciertamente los licántropos. Las brujas y magos desafiamos el límite establecido a la verdad y el conocimiento atribuido de la dimensión, aun cuando somos esclavos de nuestra propia mortalidad. Pendemos de ligeros hilos que un desafiante conjuro o práctica pueden amputar. En las aguas conviven tritones y sirenas dispuestos juntos a seducir a marinos y piratas. Poseidón transmitió cierto espíritu travieso representativo a sus conductas. Creaturas que custodian la mortalidad de los humanos y anuncian el fin de nuestros días con cantos siniestros. No estaremos solos jamás, Chuck.”
-Los internos son nuestras fracciones de sangre. Por ello contamos con tres viviendas. La distribución se puntualiza correctamente y es más equitativo el concierto.
-¿Cotswolds, Termonfeckin y…?-pregunté ansiosa por acostumbrarme con experiencia en la materia.
-¿Has escuchado alguna vez sobre el Castillo Poenari en Rumania?-compuso una sonrisa traviesa sobre sus labios-. La fortaleza original de mi abuelo, sobre quien crees leer en la obra de Stocker-burló un momento-, la estructura tuvo que ser reconstruida recientemente como producto a un deslizamiento de tierra que envió parte de la misma al río Argeş. Mi padre resolvió disponer de una propiedad próxima a ese territorio y nuestro tercer refugio se establence entonces en Căpăţânenii Pământeni, una villa de la comuna de Arefu. Te aburro sin voluntad alguna con lecciones eventuales de geografía, ¿no es así?
-Estos hechos contribuirán a la estructuración de tus propias conclusiones, ¿me equivoco?-Lorcan se aproximó velozmente para ocupar una posición contigua a mi cuello descubierto. Susurró-, figuraras ya la finalidad de tu estadía aquí, espero–Entrecerró sus ojos, incómodo por el reflejo del sol, ingeniando un método disimulado para ignorarlo-. Continuemos por aquí.
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