17/12/11


Siempre estoy recordándote cuanto me asusta esta situación. Ese nosotros del que no podemos desprendernos aun cuando yo me aproximo a sostenerme de una ligera pluma de ave para volar lejos de tu afecto y de las composiciones que compartes cada noche. Me había enamorado de un escritor, aun cuando siempre intuí la desaprobación de mi tío para con sus esposas.

Con frecuencia te tengo a mi lado. Escucho tu respiración mientras duermes y desordeno tu cabello para distraer mis ridículos pensamientos… Hoy leí que Bob Dylan citó alguna vez que “no puedes ser sabio y estar enamorado al mismo tiempo”. Tiene sentido. Sonríes cuando notas que al caminar junto a una lámina de nítida reflexión tiendo a revisar mi apariencia. Rodeas mi repulsiva figura con tus brazos y expones tu lengua para inspirar una sonrisa que precede un “Nada… No siento nada.”

-¿Por qué?-sonrío con dulzura.

-Porqué no estoy enamorado-justificas organizando los mechones que caen libremente sobre mi frente.

-¿Y por qué?-compongo muecas terroríficas.

-Porque estoy enaranjado-ríes.

Entonces yo despierto y descubro que mi cama ha perdido la esencia de nicotina. Me incorporo sobre la cama y admiro por un instante la palidez de mis pies. Prefería los zapatos cerrados.

En el marco de la ventana sobresalía la irregularidad de una silueta a contraluz de imposible reconocimiento. Me aproximé para estudiar su rastro y en un fragmento de papel garabateaste un “Te amo, pequeña Dorothy. Calza las zapatillas cuando quieras seguir el camino de baldosas amarillas para llegar a Ciudad Esmeralda”.


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